
Como más que evidente influencia de eso que se ha llamado "terror elevado", etiqueta que a algunos nos da más miedo que el mismísimo diablo, el camino del Nosferatu de Murnau (1922) y el de uno de sus grandes representantes, Robert Eggers, estaba destinado a cruzarse. Y lo cierto es que su encuentro es de lo más mundano.
En un momento de su revisitación del clásico, el Conde Orlok se levanta de su ataúd para mostrarnos (bueno, lo muestra Bill Skarsgård) que duerme sin ropa interior, una costumbre no muy higiénica que define la nueva visión del personaje. El Conde Orlok ya no es un enclenque paliducho, sino un mostachudo gym bro que justifica que a Ellen Hutter (Lily Rose Depp), le entren unos picorcillos irrefrenables cuando piensa en él. Una insatisfacción sexual que los médicos definen como "melancolía", aunque se puede justificar que su marido (Nicholas Hoult), no parece muy por la labor de cumplir con sus deberes maritales, entregado como está a enriquecerse con la especulación inmobiliaria.
Algo falla en ese triángulo amoroso, y no solo es la libido de Thomas. Eggers vuelve a demostrar cierta dificultad en la dirección de actores, que solo disimula cuando tiene a sus órdenes a actrices sobrenaturales como Anya Taylor-Joy. Lily-Rose Depp convulsiona hasta que le crujen los huesos, pero su histerismo resulta cargante por momentos, y lo mismo sucede con Willem Dafoe que, como ya ocurriera en El faro, hace gala de un histrionismo fuera del tono general del filme.
Mucho más interesante en su propuesta estética, similar a la que realizara el maestro Francis Ford Coppola con Drácula. Aquella fue concebida como la última gran película predigital, canto del cisne analógico en el que todos los trucos visuales de los magos primigenios eran puestos en pantalla, de la doble exposición al movimiento inverso.
De forma similar, es este un ejercicio de nostalgia en el que se rueda en analógico, con muchos escenarios reales y movimientos excelsos de bloqueo y marcas en la que no solo parecen levitar Orlok o su amada insatisfecha, sino todos los personajes en un baile vampírico perfectamente coreografiado. Pero esa nostalgia, a menudo, se confunde con cierta concepción errónea de la erudición.
Si en Coppola aparecía de una manera fluida e integrada, aquí se suceden inacabables citas no solo al cine de Murnau, sino también al conjunto del expresionismo alemán, con guiños obvios al Robert Wiene de El gabinete del doctor Caligari (esas recreaciones de la calle en la que vive Albin Eberhart Von Franz) o al prerrafaelismo (¿qué es Ellen sino una Ofelia?) o el romanticismo alemán (vemos a Thomas calcar de forma facilona el famoso El caminante sobre el mar de nubes, del pintor Caspar David Friedrich).
De alguna manera, la indudable valía estética de Eggers se enfrenta al monstruo con el mismo respeto reverencial y arcano que sienten por él los gitanos de su película. Está tan atado a la leyenda como el siervo Herr Nock y sus ratas de compañía al señor de la noche.
FICHA TÉCNICA

-
Director:
Robert Eggers
-
Género:
Terror
-
País:
EE UU
-
Sinopsis:
Nueva versión de la icónica película muda de F.W. Murnau, producida en 1922, que a su vez se basaba en la novela 'Drácula', de Bram Stoker.
-
Guion:
Robert Eggers -
Duración:
132 min -
Distribuidora:
Universal -
Estreno:
25 de diciembre
Comentarios